Llegó el lunes y decidí que ese era el día de comenzar una
nueva vida. Más sana, por así decirlo. Si bien soy vegana, como bastante
mal.
Dejé a un compañero de hace mucho tiempo, el cigarrillo. También empecé la dieta.
El martes pensé que había sido un error dejar el pucho
y arrancar la dieta el mismo día. Por momentos la ansiedad me mata. Quiero
fumar o comerme todo.
Para no volverme una bola de fraile –porque se que la dieta
va a ser difícil de sobrellevar- hoy empiezo a mover las cachas.
¡Estoy tan entusiasmada! Sé que va a ser durísimo porque hace
bastante tiempo que no hago ejercicio. Solo corro los colectivos y subo/ bajo
las escaleras en mi trabajo.
Siempre me gustaron los deportes y fue una de las pocas
cosas que no dejé porque quería. Era disciplinada, no faltaba nunca. Fue
complicado al principio por los problemas que tenía para respirar pero las ganas
pudieron más.
Ayer hice memoria, no me acordaba por que había dejado de
jugar al voley. Hasta que recordé las palabras exactas de mi vieja “no quiero que vayas
más, primero esta la escuela”. Se me llenaron los ojos de lágrimas, amaba ese
deporte.
Lo más triste de todo es que en la secundaria era buena
alumna -no la mejor pero zafaba- durante los cinco años solo me llevé dos
materias.
La adoro a mi mamá pero hay ciertas actitudes que nunca entendí. En fin...
Años más tarde, ya en la facultad, volví a enamorarme del
deporte. De uno poco convencional y no muy femenino, el boxeo.
Haber entrenado en la Federación Argentina
A mi mamá era sabido que no le gustaba. Y yo, que siempre
buscaba su aprobación, ya había empezado a des motivarme. También se dio que
conseguí trabajo estable y los horarios me complicaban. No tuve alternativa
que colgar los guantes.
Hoy vuelvo a hacer ejercicio porque lo necesito, para sentirme mejor. Sé que mañana me va a doler todo pero no importa.
Mi novio me banca en esto y es la única opinión que me importa.
Hoy empiezo a entrenar.
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